sábado, 9 de enero de 2016

Mientras confesaba en mi pueblo

También los sacerdotes nos confesamos, hasta el Papa...
    Durante el descanso que tuve en el fin de año tuve la oportunidad de ayudar al párroco de mi pueblo, no sólo con la celebración de la Santa Misa sino también con la Confesión, especialmente los domingos. Trataba de esforzarme para dedicar tiempo a la Confesión.

     Cuando pasó el Adviento, en que incentivamos a prepararse a la Navidad con una buena Confesión, pensé que había cumplido con la tarea... El domingo siguiente, domingo de la Sagrada Familia, volví a ponerme a confesar, pensando ingenuamente de que los paisanos habían aprovechado a confesarse y que entonces habría menos para confesar. No fue así: ese domingo confesamos unas ocho horas entre dos sacerdotes...

     Uno de esos días de descanso, tuve la oportunidad de visitar a unos amigos que me habían invitado a cenar. Después de conversar con toda paz durante un buen rato, todo en nuestra lengua materna, y de haber cenado, vinieron las palabras formales... La esposa de este amigo comentó delante de toda la familia reunida, más o menos con estas palabras: "Le agradezco, Padre, por su visita a nuestra casa, le agradezco porque reza por nosotros. Yo estoy convencida de ellos: cuando me confesé con usted (¡!), me infundió mucha confianza que me dijera que iba a rezar por mi familia"... En otra ocasión escuché algún otro comentario similar, lo que constituye un aliciente para un confesor.

     También dijo la abuela de la casa, mientras conversábamos en kaqchikel: "Gracias, Padre, por su visita a mi familia. Sabemos quién es usted, conocemos a su familia y a sus papás. Pero sabemos que es un sacerdote de Dios, que usted es Jesús entre nosotros"...

      En este Año de la Misericordia, además de enfocarnos en que somos destinatarios de la Misericordia divina, también somos instrumento de Ella. Dios nos siga sosteniendo y nos siga alegrando en esta Su Misericordia.

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