martes, 17 de enero de 2017

Sacerdotes alegres...

La sonrisa auténtica y natural del Papa Francisco.
     Si la descuidamos, la vida comunitaria se puede volver triste y pesada, ver el rostro de la otra persona quizá no me diga ya nada y la relación se vuelve mera formularia y distante. Vienen entonces refugiarse en otras cosas, cada uno con su vida. Se va descuidando el horario y el encuentro con los otros, se refugia uno en lo que satisface el egoísmo y no se abre uno a los demás.

    ¿A qué viene esto? Es que hoy, particularmente, me he fijado en un regalo que tengo en el Seminario: la convivencia no sólo con los seminaristas sino con los formadores es muy pero muy fraterna. Hoy la cena fue entre risas y más risas, como en muchas ocasiones.

     Viene a mi memoria aquella película de Juan Manuel Cotelo "La Última Cima". En el inicio, preguntan a varias personas en España: "¿Ha visto a algún cura alegre?" La mayoría, tras pensarlo un poco, dice que no. Los sacerdotes deberíamos ser los más alegres. Todos, porque somos hijos de Dios.

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