lunes, 22 de mayo de 2017

Evangelizadores, como los primeros cristianos


     Entre varias consideraciones que se pueden sacar de la primera lectura de la Misa de hoy (Hch 16,11-15), además de la que se puede hacer sobre Lidia, la comerciante en púrpura, hay una que me ayuda a pensar en nosotros y en mí. Se trata de la persona gramatical utilizada por el autor para narrar los acontecimientos. En vez de la tercera persona gramatical que utiliza en gran parte del libro (“él”), utiliza la primera del plural (“nosotros”).

     Puede tener aplicaciones ascéticas y de meditación: pensar que nosotros, tú y yo, podemos, debemos ser protagonistas del apostolado, que tú y yo podemos también ayudar a la evangelización en el mundo de hoy, cada uno en las circunstancias en que Dios lo ha puesto, sin salirse de su lugar, tratando de ser luz del mundo y sal de la tierra en el ambiente en que se desarrolla su vida, procurando ser ejemplo con el pensamiento, con la palabra y con la obra.

     En verdad, Dios “nos necesita” allí, cuenta con nosotros. Dios es, al fin, el que mueve el corazón, como indica la misma lectura de Hechos que hemos citado: “y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo”. Teniendo a Dios por aliado, podremos evangelizar con nuestro ejemplo, aunque pequeño pero eficaz.

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