Estamos en la víspera de la celebración de san José, el hombre en quien Dios confió. Es una devoción maravillosa la de considerar los dolores y los gozos que pasó, y que podemos imitar en nuestra vida. También en nuestra vida hay dolores y gozos: esto no nos puede extrañar, pues esta vida está compuesta de ellos necesariamente. Sólo en el cielo tendremos la felicidad sin fin. Además, asimilando esto nos ayudará a ser realistas y valorar en su justa medida cada acontecimiento grande y pequeño.
Estando en estas deliberaciones –¡durante cuánto tiempo!–, en un sueño, le visitó el Señor y le dio la solución. Le comunicó que formaba parte del plan divino de la salvación. ¿Podríamos imaginar la inmensa alegría que le invadió? Fue tal que al despertar llevó a cabo las indicaciones que había recibido.
¿Cuán grandes son nuestras penas? No lo van a ser tan grandes. Sólo se puede ser feliz en la medida en que se haya sufrido en Dios.
Desde el Seminario Menor -en donde también celebramos a lo grande- hasta Pamplona: ¡Feliz fiesta de San José!
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