Cualquiera del común de los mortales, encontrándose en un lugar semejante al término de la vida terrena de Alexia, encuentra cuestionado el objetivo de su vida. Caben sólo dos opciones: o se echa a llorar su desgracia y deja escapar la vida poco a poco lamentándose, o intenta vivir -como los santos- a pleno cada día que Dios le regala, tratando de hacer feliz a los que se tiene alrededor. Se necesita un temple de acero para vivir de esta segunda manera, pero es la más eficaz.
Además, cada uno ha de evitar pensar que es el ombligo del mundo; al contrario, que Dios nos ha escogido para algo grande.
Me toco en suerte conocerla y tratarla. ¡Que sencillez! ¡Que profundidad!
ResponderEliminarAquel verano quise tener una experiencia de pastoral de la salud y en mis vacaciones quise pasar quince días en la Clinica Universitaria de Navarra.
Su habitación estaba muy cerca de la habitación de la capellanía. Y pasé ratos con Alexia´, cuando iba o venía, entraba a saludarla.
Su madre me envió un libró dedicado, que se quedó en la biblioteca de Sololá.