Un canto a la normalidad
Esto es la vida de san José, un gran canto a la bendita normalidad.
Dios decidió la manera de salvarnos: hacerse hombre y morir por nosotros. Pero, se hizo un hombre “normal”, es decir, nació en una familia, tuvo un papá y una mamá, como cualquiera de nosotros.
Don singular el de ser padre del mismo Hijo de Dios, sin duda, pero lo crió en un pueblo, en una familia, en una casa sencilla –digna, sin duda, en su entorno–, y le enseñó a dirigirse a Dios con devoción judía, y le enseñó un trabajo. ¡Nada estridente, nada postizo, nada fuera de lo normal! Pedimos gracia a Dios para penetrar esa bendita normalidad, semejante a la nuestra.
Hay un himno de la Liturgia de la Horas, con que rezamos hoy. Me encanta meditarla.
Cabeza de tu casa / del que el Señor se fía, / por la carpintería / la gloria pasa. // Tu mano se acompasa / con Dios en la labor, / y alargas tú la mano del Señor.
El hombre en el que Dios confió
Otra virtud que me place mucho resaltar es el de su fidelidad, por su parte, pero también la confianza que Dios puso en él y no defraudó.
Son pocos a los que se les puede confiar una cosa y la toman como suya. Eso es ser responsables: que te confíen una cosa, por pequeña que sea, y que lo hagas lo mejor que esté a tu alcance. Quizá te confíen encargarte de…, ¿atender a la puerta cuando llaman? O quizá algo mucho más grande, como estar encargado de llevar al cielo muchas almas…
San José fue un hombre sencillo, sin complicaciones: obedeció, obedeció inteligentemente. Dios le mandaba una cosa y él –con la gracia de Dios– decidía la mejor forma de ejecutar esa indicación de Dios.
Gracias por tus oraciones P. Miguel. Esperamos tu vuelta para poder celebrar aquí a San José. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarHola Mike. Muchos saludos y felicidades en la fiesta de San Jose. Te encomiendo. Desde Roma
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