Copia algunos párrafos de Josep María Torras, que nos viene muy a cuento a propósito del evangelio de la Misa de hoy (Jn 21,14-19).
Estoy preocupado por Pedro. Sí, todos estamos contentos pero la alegría de Pedro tiene un no sé qué de tristeza. Hace unos días que lo observo, me preocupa sumanera de comportarse. Lo veo más introvertido, más callado,menos espontáneo, ensimismado... como metido en sus cosas.
Por fin, un día, al caer la tarde, me atrevía a hablar con él. “Pedro, ¿qué te pasa?” Al principio me dijo: “¡Nada!, ¡No me pasa nada!...”, pero poco apoco, me fue abriendo su corazón. “¿Cómo voy a ser Pedro, la piedra que el Maestro quería que fuese? Yo le traicioné, yo le negué, yo le abandoné. Le dejé cuando más me necesitaba. Ni siquiera merezco que me hable... lo comprendería si no lo hiciera. Él es el Señor. Yo soy nada, un pecador, un miserable, un traidor”.
Intenté consolarle, pero no sabía cómo. El Espíritu Santo me sopló la solución. “habla con su madre”. Pedro me miró con un deje de esperanza.
María y Pedro.
La Madre le tranquiliza. No sé qué le dice. Sólo oigo las últimas palabras de la Madre de Jesús: “Confía Pedro. Mi Hijo te ama, te ama, te ama...” Pedro besa las manos de María y retira con lágrimas en los ojos.
Y entonces se encuentra Pedro con Jesús. Tres veces Jesús le pregunta si le ama, tres veces Pedro le contesta afirmativamente.
Como jaculatoria podemos repitir muchas veces hoy la respuesta de Pedro: Tu omnia nosti, tu scis quia amo te!, ¡Tú lo sabes todo, Señor, tú sabes que te amo!
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