Mientras venía de la iglesia a mi casa, un joven le preguntaba a otro por una dirección. Estando yo cerca, y sabiendo dónde estaba, le indiqué por dónde. La dirección que buscaba estaba en la misma calle en que vivo. Al seguir su camino, me dijo: “Es una suerte que haya coincidido con usted”.
Algunos diarios cambian, como indica Chesterton, estas palabras: “sobrenatural” por “extraordinario”, “sacerdote” por “señor” o “caballero”, “Dios” por “circunstancias” y, agregaríamos, “providencia” por “suerte” o "coincidencia" o "casualidad".
Para quien tiene fe no existen las coincidencias o el destino inexorable. Dios, como buen artista, saca de todo instrumento las mejores notas musicales.
Creo que aquel joven no me reconoció como sacerdote –a pesar ir perfectamente identificado–.
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