Había fariseos muy influyentes, otros eran muy piadosos; no todos eran malos, como a veces nos da a entender el evangelio -especialmente el cap. 23 de Mateo, que hemos leído en la Misa-.
¿Qué tanto habrán hecho para que merecieran esas recriminaciones del Señor, y también del evangelista?
Esta lectura se la ha de aplicar primero el que lo escribe, pues es sacerdote. Quienes fueron constituidos en autoridad para gobernar con el dulce cayado de la dirigencia de las almas no han dado la talla, no han sabido cumplir con su encargo.
Por otro lado, todos necesitamos un guía. Cuando un alma descubre que debe avanzar en su amor a Dios, en su entrega, entiende que necesita a alguien le ayude, alguien que le guía por el camino que debe recorrer, alguien experimentado. ¡Qué alegría encontrar a quien nos oriente por el buen camino!
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