Maravillosa pintura de Rembrandt. |
Un hombre tenía dos hijos: el más joven de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte
de la hacienda que me corresponde. Y les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo más joven, reuniéndolo todo, se fue a un país lejano y malgastó allí su fortuna (Lc 15, 11-12).
Jesús, ¡qué historia! Te reconozco, aunque quieras
esconderte, en el Padre amoroso de la parábola. Yo también me reconozco en el hijo tonto y caprichoso.
Me veo como ese joven lleno de dones, porque Tú
me los has dado: salud, inteligencia, estudios, simpatía, familia… Perdóname, Jesús, porque a veces hago
mal uso de mi libertad, me alejo de ti en busca de diversión y acabo mal: cuidando cerdos.
▶▶Dile a Jesús que no quieres caer en el pecado.
Aún estaba lejos, lo vio su padre y se
compadeció; y corriendo a su
encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos (Lc, 15, 20).
Jesús, mira que era canalla el hijo pródigo: el típico niño de papi que no ha ganado un peso en
toda su vida, que se queja de todo y por todo. Pero su papá no podía dejar de ser padre y
el hijo, por muy burro que fuera siempre sería su hijo. Jesús, así haces conmigo cada vez
que vuelvo a ti: Un Dios que perdona con abrazos llenos de ternura y besos, lo cubrió de besos, se lo comía a besos. Jesús,
es lo que haces conmigo.
▶▶Y yo, ¿me
dejo querer por Jesús en la Confesión?
Propósito: Volver las veces que haga falta.
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