Cíñeme, Señor, con el cíngulo de la pureza, y apaga en mis carnes el fuego de la concupiscencia, para que more siempre en mí la virtud de la continencia y castidad".
Un cíngulo blanco similar al de al lado me regalaron unos amigos, con quienes estoy muy agradecido. Me hizo recordar el "incidente" que tuve con uno similar. Esto sucedió durante la Semana Santa.
Cuando fui a visitar a unos enfermos, me regalaron una gelatina para comérmela después. Despistado como soy, lo dejé y olvidé en determinado sitio, junto con alguna otra cosa; allí estaba un cíngulo recién estrenado. El calor del día y mi olvido y descuido hicieron que la gelatina, derretida, se derramara y manchara el cíngulo... Viendo el incidente, los amigos que me hospedaron se preocuparon y me lo pidieron para limpiarlo.
Probaron de todo para quitarle las manchas que dejaron la gelatina, desde lo más delicado hasta lo más fuerte, fórmulas preparadas y "trucos" caseros. Todo en vano. El cíngulo quedó, según comentaron, como un "pizarrín". ¡Vaya fuerte que es la gelatina y sus colorantes! ¿Cómo tolera todo esto nuestro estómago?
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