sábado, 10 de octubre de 2015

Charla sobre la familia en Santa Cruz Balanyá

    Con el rimbombante título "creados para amar. La misión de amar de la familia" di una charla hoy en Santa Cruz Balanyá, después de celebrar la Santa Misa en Patzicía.

     Gracias a la invitación del gentil y abnegado párroco, el P. Boanerges, me dio mucho gusto presentarme en tan querido pueblo. Allí vi muchos rostros conocidos, rostros de hace muchos años. Es más, vi el rostro de unos amigos que no había podido saludar hace muchos años, hace casi quince años.

      El párroco y su consejo habían organizado durante el mes de octubre una serie de actividades, para estar en sintonía de con el Sínodo sobre las Familias que se está llevando a cabo en Roma. Qué bien me ha venido a mí para también encomendar la actividad, ya que mañana vendrá al Seminario la imagen de la Sagrada Familia, la imagen que ha recorrido la Diócesis en este proclamado "Año -Diocesano- de la Familia". Ya les contaremos cómo estará.

     Pues, en Balanyá intenté, con conceptos y palabras elementales y sencillas, recordar la naturaleza relacional de la familia y de la persona, y de cómo estamos todos llamados al amor, un amor que se autodona, como el amor de Dios.

     El público era diverso: había solteros y casados, jóvenes y menos jóvenes, fundamentalmente integrantes de coros y ministerios, en buen número. Aunque la tarde estaba un poco calurosa -precedente de una lluvia que caería-, los oyentes estaban muy atentos.

      La recta final del tema, que duró más o menos una hora, versó sobre cómo reconstruir el amor cuando se ha perdido... Como dice un simpático video de dibujos animados -"un minuto con Francisco"-, no hay fórmulas mágicas o amuletos para lograrlo milagrosamente, hace falta empeño de cada parte: humildad para reconocer los errores propios, comprender y disculpar, pedir perdón, dedicar tiempo para "perderlo" con la familia, el dinero no es la prioridad, hacer las paces después de pelear, no pelear delante de los hijos..., y... rezar, luchar por estar unidos a Dios.

     En fin, yo soy el que más aprendí. Ojalá los amigos de Balanyá lo hayan hecho tan siquiera un poco. A ellos envío un cordial y fraterno saludo.

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