Queridos amigos:
A un sacerdote no le resulta extraño ni el dolor ni la muerte, pues continuamente está asistiendo a personas que los padecen o les toca sentir el dolor por su causa. A él le toca con frecuencia ayudar a los demás a no olvidar la dimensión sobrenatural de estas realidades. Esto les sirve de consuelo.
Pero, ustedes lo saben, no terminamos de acostumbrarnos a ello. Ahora, la caricia del dolor y de la muerte ha tocado a las puertas de mi familia con la muerte de mi hermano mayor Daniel. Falleció ayer, domingo.
Le agradezco a Dios por darnos al fe y todos los dones que nos ha dado, el privilegio de tener una familia como la que nos ha regalado, de tener a unos padres como los tenemos nosotros -siempre, pero ahora más, lo han demostrado con mi hermano Daniel-, de tener la vida que nos ha donado.
Personalmente le agradezco a Dios por habernos dado a nuestro hermano Daniel, el primero de la familia. Simplemente, es nuestro hermano. Además, fue tan querido para nosotros. Las circunstancias que influyeron en su vida y en su desenlace -según podrían conocerlas ustedes- no determinan a una persona. Además, como todo cristiano y ser humano, contamos siempre con la Misericordia de Dios, que quiere a sus hijos y los acoge con amor infinito. Es nuestra confianza y esperanza.
En nombre propio, el de mi familia y el de la familia de mi hermano, agradezco a Dios también la cercanía que ustedes nos han mostrado, siempre, pero ahora más. En las pruebas es donde se muestran la amistad y la fraternidad. Les ruego, por último, sus oraciones, puesto que la Comunión de los Santos es tan reconfortantes.
Unido en el afecto, la oración y la esperanza contigo y tu querida familia.
ResponderEliminarGracias por esta cercanía a la distancia. Les ha conmovido a mis padres saber que en otras partes se ha ofrecido la Santa Misa por el alma de mi hermano. Muy agradecido, de corazón. Un abrazo, P. Ángel
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