El día de ayer estaba con el agua al cuello con actividades pastorales propias de un párroco: atender a visitas, confesar, celebrar la Santa Misa, desayunar…
Me llamaron al hospital nuevamente para bautizar de emergencia a un niño, como en alguna otra ocasión: se llamaba Hugo Alejandro. Me ha esperado y acompañado una señora, la que requirió mis servicios sacerdotales, una conocida de la mamá del niño, feligreses de Argueta, Sololá. Vi al niño menudo, algo desasosegado, todavía de pocos meses de edad.
Lo que más me llamó la atención, esta vez, fue que el niño es adoptado. No sé qué historia habrá detrás de este caso, pero la mamá podría tener ya unos cincuenta y pocos años de edad, si no más, ya que soy malo para calcular edades. Me ha alegrado mucho, por cierto, porque esta criatura tendrá quien la cuide, sacrificando, quien haga de mamá, la “comodidad” de su posible situación. Mamá no es quien engendra sino quien ama.
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Estamos a la espera de la Beatificación de Juan Pablo II. Aunque algunos medios de comunicación se han prestado a críticas -por ejemplo, Prensa Libre, por momentos-, sin duda que Juan Pablo II es bien visto por muchísima gente. Con razón le han llamado "El Grande". Con todo el movimiento que ha generado el presente acontecimiento, vuelve a demostrarse el sentir común y continuamente aclamado: "¡Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo!"
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