En conversaciones, muchas veces fortuitas, con miembros de otra religión, intento hablar siempre de tolerancia, de respeto, de comprensión, de fraternidad. Si todos valoráramos los valores de los demás y tratáramos de comprender su actitud, este mundo en el que vivimos sería más hermoso. Me ha gustado el artículo de María del Rosario Molina, en “Prensa Libre” del día de hoy, sobre el respeto que se debe a las personas, también en la opinión. No sé si los ofendidos tengan más credibilidad en su defensa que en la de quien no comparte la misma perspectiva, en este caso, de la misma fe. Me refiero, en concreto, al respeto de las creencias cristianas por parte de alguien que se profesa agnóstica.
Me choca la forma en que se dirigen a la señora Torres y al señor Pérez Molina, los dos precandidatos con mayor número de votos a su favor según las encuestas. No hay, en verdad, necesidad de decirles groserías. Será la Corte de Constitucionalidad la que decida si la señora puede participar o no en las elecciones y no hay razón para llamarla con ciertos epítetos, como tampoco la hay para tratar de involucrar al señor Pérez en actos en los que no hay ninguna evidencia de que fuera partícipe. Más de algún columnista —de otros diarios— y varios partidarios políticos de ambos, han saltado la valla de la decencia y han incurrido en excesos. Debe recordarse que los periódicos tienen ediciones electrónicas leídas en el mundo entero y eso resulta vergonzoso.
Tampoco me parece correcto, de lo poco que vi en el desfile de la Huelga de Dolores —por la que siempre he guardado simpatía— que llevaran a una persona que representaba a Jesús con la cruz a cuestas y le ofrecieran irrespetuosamente latas de cerveza con el nombre de un bípedo emplumado. Que se sepa Él no bebía cerveza, sino en todo caso vino, como los hebreos de su época. Se relata que su primer milagro fue, precisamente, convertir el agua en la dicha bebida en las bodas de Caná (no de Canaán). En la Última Cena, al instituir la comunión, lo bendijo junto con el pan y cuando iba rumbo al Calvario nadie le dio “trago”. Le limpiaron el sudor, lo ayudaron al caer o lo insultaron, pero no le ofrecieron bebidas espirituosas.
Que conste que quien esto escribe no es ninguna “cachureca” (apodo dado a los conservadores, y por extensión a los “iglesieros” en la Guatemala decimonónica, usado aún para designar a estos últimos), sino una agnóstica que respeta cualquier religión, y con mayor razón la católica y las de origen evangélico, porque veneran a ese Ser amoroso que ofrendó su vida por la humanidad. Ofrenda aparentemente inútil, pues el hombre (e incluyo a la mujer, ya que el término engloba a ambos) tiene “mala levadura”, como decía el gran poeta Rubén Darío en su magnífico poema, filosófico si los hay, Los motivos del lobo.
Y a propósito de la Huelga he estado recordando que antes los chicos “sancarlistas” hacían una velada en el cine Lux en la noche anterior al desfile y “no dejaban santo parado” (chapinismo por criticar a todos). No olvido un chiste que me dedicaron: “¿Por qué parece italiana Miss Guatemala? La respuesta: “Porque tiene canillas de espagueti”. Era una ocurrencia ingeniosa, aunque desde luego falsa… y lo digo sin falsa modestia.
Por recordar las veladas me aparté del tema: La falacia “ad hominem”, es decir, el insulto personal no debe tener cabida en la contienda electoral y tampoco deben parodiarse asuntos religiosos. Es recurrir a lo bajo, a lo feo, a lo criticable…
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