Le oí a D. Francisco Mateo-Seco en una
ocasión: “a los sacerdotes les da miedo hablar de Dios a otros sacerdotes”. Es dura
la frase, pero muchas veces se ve confirmada. Este recuerdo viene a propósito
de la fiesta que celebramos el día de hoy en la Iglesia, la del Apóstol
Santiago: que hay que hablar de Dios también en la familia.
El Apóstol habría sido “pescado” por su
hermano Juan –ambos serán llamados “hijos del trueno”, Boanerges-, después de
estar éste con el Señor durante toda una tarde. Su padre Zebedeo dejó ir a sus
hijos sin recelos en pos del Señor; su madre, posiblemente Salomé, seguía de
cerca al Señor. Fue distinguido como “hermano” del Señor.
¡Qué hermoso es cuando en familia se habla
de Dios! Si miramos a nuestro hermano, a nuestros padres o hijos, si recordamos
a nuestros tíos y primos –por mencionar a los más cercanos-, quizá falta
evangelizarlos. Contando con que gozan de libertad para asentir al mensaje de
Cristo con su vida, hemos de pedirle a Dios “cara dura” para, sin vergüenza, insistirles
a que vengan a gozar de la gracia de Dios con nosotros (Lc 14,23: compelle intrare -oblígales a entrar-).
Hay una sucinta y buena reseña de su vida según los libros del Nuevo Testamento en un artículo que les invito a leer, pinchando aquí.
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