domingo, 8 de julio de 2012

Ser profeta


     El trozo del libro de Ezequiel que hemos leído hoy en la Santa Misa (2,2-5) estaba muy en sintonía con lo que el evangelio presentaba (Mc 6,1-6) sobre el profeta: la falta de fe en él y el rechazo que sufre.
     El profeta es signo de la presencia de Dios, pues es elegido para hablar en nombre de Dios. Su sola presencia urge una respuesta: aceptación o rechazo por parte de quienes le escuchan, salvación o condena como consecuencia de esa decisión.
     Pero, el profeta también ha de ser buen instrumento para transmitir la Voluntad y la revelación de Dios.
     ¿Te recuerdas que fuiste ungido profeta el día de tu Bautismo y que debes hablar en nombre de Dios? Ojalá tus acciones y tus palabras lleven a las almas a Dios.

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