domingo, 22 de julio de 2012

“Y el Señor descansó el día séptimo”


Descanso en familia. Valga la nota de que, al buscar una imagen de "descanso", la mayoría de las sugerencias en Google me ha arrojado la imagen de dormir. Sí se puede dormir un poco más, quizá, durante el descanso, pero no se pueden identificar ambos términos. 

     Las palabras del Génesis transcritas en el título (Gn 2,2-3) buscan dar sentido al trabajo y al descanso (en hebreo “sabat”) del sábado; en clave cristiana, su sentido se ha trasvasado al Domingo. Viene a propósito de las lecturas de la Misa del Domingo que hablan del cuidado de Dios para con los hombres (cfr. Jr 23,1-6; Sal 22; Ef 2,13-18; Mc 6,30-34).
     Mas, el descanso dominical no encuentra sentido en sí mismo sino en función de santificar este día del Señor: se descansa, además de para recuperar fuerzas, para dedicarle más tiempo al Señor, un cauce adecuado para cumplir con lo propio de nuestra naturaleza de criaturas para con el Creador.
     Además de para cumplir con nuestro compromiso con Dios, el Domingo nos ayuda a cumplir con nuestros deberes familiares (cfr. CEC 1193) con más esmero. Es un día para convivir en familia, ya que, en nuestro mundo moderno tan movido, cada miembro anda a su aire durante la semana.
    Hoy he tenido la gran alegría de convivir con un buen grupo de mi familia, pues han venido a visitarme en mi lugar de trabajo. Lo he experimentado muchas veces, pero estoy más convencido de las palabras del Salmo 132: “Vean qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos”.

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