domingo, 18 de agosto de 2013

Hoy prediqué un retiro para señoritas


     Todos necesitamos un rato de sosiego para centrarnos en lo verdaderamente importante en la vida, en Dios. No me negarán que todos ―cristianos de a pie― necesitamos ese tiempo, especialmente en momentos cruciales.
     Cada mes suelo predicar, aquí en Sololá, un retiro a un grupo de muchachas que luchan por responder a Dios en la vida que llevan. Veía en ellas la ilusión de querer mejorar en su vida cristiana.
     ¿De qué les hablé hoy? En la meditación, al hilo de las lecturas de la Santa Misa, les hablé de la lucha interior ―nuestra vida es lucha constante por la fidelidad a Dios― y de “tener fijos los ojos en Jesús”, nuestra meta. También les hablé de la tibieza como enfermedad del alma, que nos inhibe y engulle, que nos sumerge en la pereza espiritual de no querer luchar, de no querer mejorar en nuestra entrega a Dios.
     Quizá fui, por momentos, demasiado directo. Pero, en tiempo de retiro, viene bien. ¡Cómo me lo agradecieron al final!
     Si preparé el retiro con mucha oración, ahora lo seguiré haciendo para que la semilla que se plantó en su corazón pueda germinar, crecer y dar buenos frutos con los que Dios se contente.
     La verdad, doy por bien empleado este tiempo y el pequeño esfuerzo puesto. Dios lo multiplicará.

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