jueves, 3 de octubre de 2013

Un bautismo de emergencia

     Anteayer tuve un día ajetreado, haciendo tantos “mandados” en la Capital, también celebrando...
     Una de las diligencias que me tocó hacer fue ir a ver a un niño en la Unicar (Unidad de Cirugía Cardiovascular de Guatemala), para bautizarlo, pues el lunes será intervenido del corazón. Les pido que lo encomienden, pues es una operación que reviste de cierto riesgo. Era la primera vez que iba a este centro; ya se imaginan, llegué tanteando la zona y adivinando el sitio donde debía encontrarme con la madre de la criatura.
     Al terminar de celebrar el Bautismo, se me acerca una de las enfermeras, la mayor de todas, con plante de jefa, para pedirme que les bendiga los locales de la unidad de pediatría, en donde estábamos. Francamente, me dio mucho gusto aparecerme por allí y que me reconociera la gente como sacerdote (menos mal que ahora ya no soy tan joven y no dudan de que ya esté ordenado...).
     Ya terminada la bendición me despedí de la madre del neófito y pasé saludando a una niña de unos diez años que estaba en cama, sufriendo por alguna enfermedad. Tampoco quise ser indiscreto, sólo pregunté alguna cosa para entablar conversación y asegurarles, a mamá e hija, que las encomendaría en la Santa Misa que celebraría más tarde, como de hecho lo hice.
     Hice, así, una buena obra. ¿Tiempo para las demás cosas? Dios multiplicó mi tiempo para llegar a todo, casi a todo...

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