¡Cuántas hojas caen todos los días durante el otoño! Los servicios encargados recogen, decían las noticias, 112 toneladas de hojas diariamente… ¿Pueden imaginarse? Cuando voy a la Universidad, cual campus está poblado de árboles, se ve el progreso de “deshojización” que sufren tales árboles. Cada día hay menos hojas en las ramas y más en el suelo. La vista de los universitarios se recrea –cuando se fijan– con el espectáculo de colores que ofrece la estación y el sol maravilloso y tímido que baña las tardes, cuando se deja ver…
Eso sí, ha removido mi corazón leer una consideración espiritual en Camino: “¿Has visto, en una tarde triste de otoño, caer las hojas muertas? Así caen cada día las almas en la eternidad: un día, la hoja caída serás tú” (n. 736).
Ahora que estamos en este final del año litúrgico, prontos a comenzar nuevamente el ciclo C, la Iglesia nos recuerda las realidades últimas que afectan y afectarán a todo hombre. Si te ha estremecido la consideración anterior, tú me dirás qué tal la siguiente: “Hay infierno. –Una afirmación que, para ti, tiene visos de perogrullada. –te la voy a repetir: ¡hay infierno! // Hazme tú eco, oportunamente, al oído de aquel compañero… y de aquel otro” (n. 749).
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