domingo, 1 de noviembre de 2009

La perpetua alegría del cielo

¿Qué es el Cielo y qué será para ti y para mí? La imaginación no logra hacerse cargo de ello; el entendimiento puede hacerlo un poco, pero tampoco lo desvela. “Porque ahora vemos como en un espejo, borrosamente; entonces veremos cara a cara” (1Co 13,12a).

Un himno de la Liturgia de las Horas (II Vísperas, IV Domingo, ed. española) lo expresa poética y maravillosamente. Al leerla despacio, sin querer uno ya va haciendo oración.

Cuando la muerte sea vencida/ y estemos libres en el reino,/ cuando la nueva tierra nazca/ en la gloria del nuevo cielo,/ cuando tengamos la alegría/ con un seguro entendimiento/ y el aire sea como una luz/ para las almas y los cuerpos,/ entonces, sólo entonces, estaremos contentos.

Cuando veamos cara a cara/ lo que hemos visto en un espejo/ y sepamos que la bondad y la belleza están de acuerdo,/ cuando, al mirar lo que quisimos, lo veamos claro y perfecto/ y sepamos que ha de durar,/ sin pasión, sin aburrimiento,/ entonces, sólo entonces, estaremos contentos.

Cuando vivamos en la plena/ satisfacción de los deseos,/ cuando el Rey nos ame y nos mire,/ para que nosotros le amemos,/ y podamos hablar con él/ sin palabras, cuando gocemos/ de la compañía feliz/ de los que aquí tuvimos lejos,/ entonces, sólo entonces, estaremos contentos.

Cuando un suspiro la alegría/ nos llene, sin cesar, el pecho,/ entonces –siempre, siempre–, entonces/ seremos bien lo que seremos.

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