El mensaje del Santo Padre para la
Cuaresma, firmada el 3 de noviembre del 2011, exhorta a redescubrir la práctica
de la caridad para con los demás, tomando pie de Hb 10,24: “Fijémonos los unos
en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras”. Para quien quiera
leerlo entero, pinche aquí; se los recomiendo. Les propongo unas partes del mensaje:
En pocas
palabras, Hb 10,24 ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre
tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la
santidad personal.
También hoy
resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a
hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de
nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas
por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su
bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia
de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e
hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también
en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego,a quien
el Señor ama infinitamente.
La Sagrada
Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por
una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos
de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las
cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el
corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el
levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los
salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y
en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la
condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19).
En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y
compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano?
Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer
los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca
debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras
cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto
de hacernos sordos al grito del pobre.
Thank you for the information, the article is very well-written.
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