La respuesta es obvia, o quizá no lo es
tanto..., pues hay tantos que no creen en Él. Hoy me comentaba un seminarista,
de un amigo suyo que cree sólo en un Dios Supremo, es decir –así lo interpreto-,
admite que haya otras divinidades.
Escribió Blas Pascal, aquél polifacético
filósofo francés del siglo XVII: “— O Dios existe, o no existe. ¿Por cuál de las hipótesis apuesta? — Por ninguna de las dos. La respuesta apropiada es no apostar por ninguna. — Se equivoca usted. Es preciso apostar quiérase o
no. No le queda remedio”.
Viene esto a propósito de una frase del
evangelio de la Misa de hoy: “El que no está conmigo, está contra mí; el que no
recoge conmigo, desparrama” (Lc 11,14-23, especialmente v. 23).
No cabe quedarse en el anonimato, no puede
uno ser “imparcial” en la respuesta a Jesús, porque Él no es un artista o un
astro del deporte a quien se pueda o no se pueda seguir; no es un político o un
accionista de cualquier tipo. En fin, no puede uno decir, como ahora es tristemente frecuente
escuchar: “Yo soy católico pero no practicante”.
¿De qué partido eres? ¿Eres o no eres de
Jesús? No vale medias tintas.
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