Sus palabras antes del Angelus son como un
resumen de todo su mensaje apostólico: ha venido a confirmar en la fe, a dar
esperanzas ante la situación que se vive en Latinoamérica y a México, y ha
venido a alentar la caridad y la fraternidad de todos.
Les
dejo con algunas imágenes del Santo Padre y su mensaje antes del rezo del
Angelus.
El Santo Padre se pone un charro mexicano.
Palabras del Santo Padre antes del rezo del Angelus:
Palabras del Santo Padre antes del rezo del Angelus:
El Santo Padre se encuentra con los niños mexicanos.
Palabras del Santo Padre antes del rezo del Angelus:
Queridos hermanos y hermanas:
En
el Evangelio de este domingo, Jesús habla del grano de trigo que cae en tierra,
muere y se multiplica, respondiendo a algunos griegos que se acercan al apóstol
Felipe para pedirle: «Quisiéramos ver a Jesús» (Jn 12,21). Nosotros hoy
invocamos a María Santísima y le suplicamos: «Muéstranos a Jesús».
Al
rezar ahora el Ángelus, recordando la Anunciación del Señor, nuestros ojos
también se dirigen espiritualmente hacia el cerro del Tepeyac, al lugar donde
la Madre de Dios, bajo el título de «la siempre virgen santa María de
Guadalupe», es honrada con fervor desde hace siglos, como signo de
reconciliación y de la infinita bondad de Dios para con el mundo.
Mis
predecesores en la Cátedra de san Pedro la honraron con títulos tan entrañables
como Señora de México, celestial Patrona de Latinoamérica, Madre y Emperatriz
de este Continente. Sus fieles hijos, a su vez, que experimentan sus auxilios,
la invocan llenos de confianza con nombres tan afectuosos y familiares como
Rosa de México, Señora del Cielo, Virgen Morena, Madre del Tepeyac, Noble
Indita.
Queridos
hermanos, no olviden que la verdadera devoción a la Virgen María nos acerca
siempre a Jesús, y «no consiste ni en un estéril y transitorio sentimentalismo,
ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe verdadera, que nos lleva a
reconocer la excelencia de la Madre de Dios y nos inclina a un amor filial
hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes» (Lumen Gentium, 67).
Amarla es comprometerse a escuchar a su Hijo, venerar a la Guadalupana es vivir
según las palabras del fruto bendito de su vientre.
En
estos momentos en que tantas familias se encuentran divididas o forzadas a la
migración, cuando muchas padecen a causa de la pobreza, la corrupción, la
violencia doméstica, el narcotráfico, la crisis de valores o la criminalidad,
acudimos a María en busca de consuelo, fortaleza y esperanza. Es la Madre del
verdadero Dios, que invita a estar con la fe y la caridad bajo su sombra, para
superar así todo mal e instaurar una sociedad más justa y solidaria.
Con
estos sentimientos, deseo poner nuevamente bajo la dulce mirada de Nuestra
Señora de Guadalupe a este País y a toda Latinoamérica y el Caribe. Confío a
cada uno de sus hijos a la Estrella de la primera y de la nueva evangelización,
que ha animado con su amor materno su historia cristiana, dando expresión
propia a sus gestas patrias, a sus iniciativas comunitarias y sociales, a la
vida familiar, a la devoción personal y a la Misión continental que
ahora se está desarrollando en estas nobles tierras. En tiempos de prueba y
dolor, ella ha sido invocada por tantos mártires que, a la voz de «viva Cristo
Rey y María de Guadalupe», han dado testimonio inquebrantable de fidelidad al
Evangelio y entrega a la Iglesia. Le suplico ahora que su presencia en esta
querida Nación continúe llamando al respeto, defensa y promoción de la vida
humana y al fomento de la fraternidad, evitando la inútil venganza y
desterrando el odio que divide. Santa María de Guadalupe nos bendiga y nos
alcance por su intercesión abundantes gracias del Cielo.
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