Al
concluir el curso académico, algunos me han augurado con un “felices vacaciones”.
“Gracias”, les respondo, sin más explicaciones. Si el curso académico en este
año ha culminado, el trabajo en el Seminario no, ni el trabajo sacerdotal. Ahora,
el trabajo tiene otro ritmo, pues son otros los menesteres que nos ocupan.
¿En
dónde estará cada seminarista ahora? Casi todos, en sus casas, con sus
familias. Otros, ya emprendieron el vuelo, como polluelos de águila que
aprenden a volar... ―la verdad, no sé si valga la comparación―.
Me refiero, ante todo, al Dcno. Santos,
que se prepara a su Ordenación presbiteral ―hoy pasé a visitar San Jorge para
pasar revista a lo que será el escenario del acontecimiento―, y a los cuatro
que han culminado sus estudios institucionales ―los de la foto― y ya tienen
destino.
No sé ellos, pero me imagino que estarán,
al menos, expectantes ante lo que les depara la vida. Es ahora que empiezan,
con optimismo e ilusión, a meterse en el trabajo ministerial y se van
fogueando. Me recuerdo de aquella mozeta atrevida que me dijo, cuando escuchó
cuántos años tenía: “¡pero si no sabés nada de la vida...!” Ella tenía motivos
para decirlo...
Les auguramos un porvenir lleno de
aventuras santas. Esto no es una despedida, desde luego, pues ésta será siempre
su casa y éstos sus amigos. Que Dios les acompañe en esta nueva etapa de la
vida.
El Dcno. Santos, junto al Obispo. |
Los cuatro que culminaron sus estudios y han ido, recientemente, a parroquia. De izq. a der.: Néstor (a San Lucas Tolimán); Irvin (a Patzicía); Mons. Gonzalo, al centro; Alex (a San Martín Jilotepeque); y Carlos (a San Andrés Itzapa). |
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