jueves, 7 de noviembre de 2013

El peligro de la soledad

     Seguimos, con mucha ilusión, la convivencia de candidatos al Seminario Mayor de Sololá. Como diría Cantinflas, le pedimos a Dios un “soplidote” para que nos ayude a discernir sobre cada uno.
     Ayer, a la hora de la cena, uno de los muchachos de la convivencia, que estaba frente a mí, me lanzó esta pregunta: “Y usted, Padre, ¿alguna vez ha sentido la soledad en su sacerdocio?”
     “¡Vaya insolencia!”, me dije. Después de tomar una bocanada de aire, le razoné que, lo que he experimentado recientemente es el cansancio por el continuo y fatigante trabajo, que algunas veces le he dado algo más de importancia a mi encargo académico ―en detrimento de mi piedad―, que me he llegado a cansar. Pero, gracias a Dios, no he sentido soledad en ningún momento, he vivido feliz con Dios y con la vida y vocación que me concedió. Dios me conceda su gracia para ser fiel siempre.
     No sé si a alguien sirva esta confesión pública que estoy haciendo. Al menos a mí me ayuda a fijar mis ideas y a diagnosticar algo mi situación, y a estar alerta a luchar para enamorarme más de Dios. ¿Nos ayudas, a los sacerdotes, con tu oración?

No hay comentarios:

Publicar un comentario