Si
por Cristo “fueron creadas todas las cosas” (Col 1-16), y un día habrá de
venir, debe ser el Rey de todo. Siendo Dios que todo lo puede, que no se le
resiste nada, pues debe ser el Rey del universo.
Sin embargo, como lo sabemos, no gobierna por la fuerza sino por el
amor. Sólo hace falta repasar su vida terrena para caer en la cuenta de ello.
El suyo es un reino en el que se entra por libre elección, y nos corresponde a
cada uno decirle que sí.
“No queremos que éste reine sobre nosotros” (Lc 19,14) proclaman muchas
voces. Pero tú y yo queremos abrirle las puertas de nuestro corazón y que reine
en nosotros con su “reino eterno y universal, reino de la verdad y de la vida,
reino de santidad y gracia, reino de justicia, de amor y paz” (prefacio de
Cristo Rey).
¿Cómo? Dedícale un poco más de tiempo. Que ese tiempo mejore en calidad.
Que él ilumine lo que piensas y lo que haces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario