miércoles, 27 de noviembre de 2013

La misericordia de Dios en la Confesión

     A diario, a veces a cuenta gotas, vienen al Seminario personas que quieren confesarse, con la confianza de que hay un sacerdote que les atenderá. En la medida que se puede se les atiende.
     Lo que le dije a uno, me ha servido también a mí para pensar en lo que supone que se me absuelva, cuando voy a confesarme: “¿Se da cuenta que, cuando venimos a confesarnos, Dios siempre nos perdona? ¡Cuán grande es el amor de Dios que no pone más condición que lo que le dijo a aquella mujer pecadora: ‘Yo tampoco te condeno. En adelante, vete y no peques más’. Allí está nuestra responsabilidad: no defraudar a Dios, nuestro Padre, que nos quiere con locura. Tenemos que cambiar de vida y luchar para no ofenderle más”.
     ¿No te remueven estos pensamientos?
     Hace algún rato, mientras compartía con una familia amiga, comenté que ese día me había confesado, por lo que uno de los muchachos, al escucharme, abrió los ojos como platos, comentando: “¿Y ustedes, los sacerdotes, se confiesan?” A lo que respondí: “¡Claro! Me confieso cada ocho días, pues lo necesito”, a lo que abrió más los ojos, si cabía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario