jueves, 6 de marzo de 2014

¿En dónde les impusieron la ceniza ayer?

A esta niña parece que no le agradó que le impusieran la ceniza en la frente.
     Menuda sorpresa me llevé cuando llegué al aula y vi a mis alumnos que tenían una gran cruz marcada en la frente. Me pareció que el sacerdote se “ensañó” con alguno pues le hizo una cruz hermosa, una que se notaba mucho.
      Esa cruz la vi frecuente ayer. Y me alegra que no tengan vergüenza de mostrar que son católicos. Con ello, me parece una mentira que los católicos sean miedosos, que no quieren mostrarse y hacerse notar en cualquier lugar que vayan.
     ¿En dónde se impone la ceniza? En consonancia con el AT (Jdt 4,11-15; 9,1; Ez 27,30; etc.), la ceniza se impone en la cabeza. Por lo tanto, no hace falta mojarla y, luego de bendecida, marcarla en la frente sino imponerla, seca, en la coronilla. Tampoco vamos a hacernos problema porque la impongan en la frente…
     ¿Y en la cuestión de la comida? Al menos ayer, en cuanto a mí, anduve con cuidado al entrar a “Pollo Campero”…, hacia las 12:30, es decir, la hora del almuerzo. Así es, ayer debí entrar a ese restaurante. Vi a uno y a otro lado para ver que no hubiera un paparazzi que pillara a un sacerdote entrar en un restaurante de pollo en Miércoles de Ceniza.
     Entré, ciertamente, pero no para almorzar. Había una encomienda que debía recoger, precisamente en ese lugar.
     Y le pregunté a una de las que servía, como tanteando la situación: “Y ¿vendrá mucha gente a almorzar hoy? Yo veo poca”. Con una sonrisa en el rostro me respondió que todavía no era la hora… No sé si no me entendió la indirecta (que era Miércoles de Ceniza).
     El gerente del restaurante, a quien yo buscaba y me atendió, me preguntó: “¿Le ofrecemos algo, Padre?”, invitándome a comer, lo que rechacé con la mayor amabilidad que pude. Al insistir y ofrecerme un té frío, lo acepté con mucho agradecimiento. Ya saben que por aquí, cuando alguien le ofrece algo a uno, no se puede rechazar…
     En fin, que hayan comenzado bien este tiempo de Cuaresma, tiempo de conversión, ¡pero de verdad!

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