domingo, 30 de marzo de 2014

Nueva lección

     He vuelto, amigos. Ya ven: tengo mis debilidades…; una de ellas es ésta. Poco he durado, ¿verdad? Pero me ha servido este tiempo para reflexionar sobre lo que hago y lo que debería de hacer, tanto humana como sacerdotalmente. Gracias por estar allí, atentos a picar algo de estas letras que les pueda ayudar.
      Hoy he ido nuevamente a visitar a una enferma en el hospital. Le llevaba la Comunión, como se lo había prometido. Ella me esperaba. Me parece que era la hija la que acompañaba a la enferma, quien estaba agradecida por la atención a la mamá.
     Una de “mis” enfermas se me acercó pidiendo que rezara por sus compañeras de dolor, ya que había llegado un pastor protestante que les habló fuertemente. En efecto, me lo confirmó otra: había hablado mal de la Iglesia y de la Virgen y que, al defenderse ellas, las condenó a ir al infierno… de las ocho pacientes que había en la sala, se acercaron  cinco para que las apaciguara, pues habían quedado tocadas del incidente; también por el pastor hemos rezado…
     La lección fue de una de las enfermas, una señora joven. Después de preguntarle delicadamente si era católica, me dijo que era de religión maya, que no había ido a ninguna iglesia. Me contó que su esposo la había ido a ver, que tenía tres hijos bonitos y que tenía esperanzas de mejorar pronto. Le aseguré que rezaría a Dios por ella y su familia; la incentivé a que hablara con Dios, que todos somos hijos suyos y que nos quiere, aunque permita que a veces la pasemos un poco mal. Me pidió varias veces que rezara por ella.
     Me removió cuando, al darles la bendición al corro, ella intentó hacerse la señal de la cruz con la mano derecha, pero no pudo, debido a la sonda que tenía en ese brazo; lo hizo, entonces, con la izquierda…
     Ayer, otra lección, en el mismo sitio. Se me fue todo cansancio y miras humanas cuando una de las señoras, a quien confesé y di la Unción, al terminar de atenderla, tomó mi estola y la besó…

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