Como
tantos, éste ha sido un día intenso. Entre tantas cosas hechas hoy, por la
mañana, después del desayuno, me he puesto a estudiar un rato para preparar mis
clases de hoy por la tarde sobre la “Historia Deuteronomista”. ¡Hay tantas
cosas que leer y estudiar! Pero, mientras trataba de concentrarme, había
suficientes interrupciones voluntarias e involuntarias, propias y ajenas,
tratando de preparar mi viaje hacia la Capital, como suelo hacerlo los martes:
plan de encargos, preparación de mini equipaje, otros enseres que debía cargar,
dinero suficiente para mis pequeños encargos...
Por
la tarde, una clase a manera de cineforum, con mis alumnos de Biblia. Yo mismo
me sorprendí de lo que se puede aprovechar de una buena película para los
conocimientos de una materia.
Además,
he tenido varias comunicaciones (entre ellas, una de una señora amiga, conocida
en mis años de Pamplona, que anda por aquí), algunas son para compartir
alegrías o penas grandes (una de una enfermedad, persona a la que estoy
encomendando bastante), o simplemente las cosas ordinarias.
Pero
hubo una llamada que me causó particular dolor: una señora joven que conocí
hace ya varios años, me contó que recientemente le mataron al esposo. No hubo
tiempo para hacerme con detalles del suceso, pero me pidió que la encomendara
bastante y que necesitaba hablar. Le prometí que lo haríamos. Ya he encomendado
el alma de su esposo.
En
fin, son tantas cosas vividas en un mismo día y quisiera acompañar a todos en
sus alegrías y en sus penas, en sus momentos difíciles y en los más
llevaderos... Lo hago en el Señor, especialmente cuando celebro la Santa Misa,
gran Tesoro que Dios ha puesto en mis manos de sacerdote. Y lo hago con mucho
gusto, sabiendo que es no sólo MI MEJOR MANERA de ayudar sino LA MEJOR MANERA.
Dios acompañe y ayude a todos.
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