domingo, 2 de marzo de 2014

En la mirada de Dios

     Hoy he predicado otro retiro, aunque fue relativamente corto, esta vez a un grupito de señoritas que buscan tener un poco de vida interior. ¡Y lo van logrando!
     Hoy, al hilo de las lecturas de la Misa (leer aquí), les he predicado la meditación sobre la Providencia divina, esa divina y amorosa asistencia de Dios sobre cada uno.
      Me vino a la cabeza el ejemplo de la vida de Manuel García Morente, un filósofo español del siglo XX, que experimentó un “Hecho extraordinario”, una experiencia que él no se atreve a comparar a la de los grandes místicos pero que parece ser semejante.
      El hecho es que en su relación de cómo sucedió, va contando que, exiliado en Francia, intentó arreglar tantas cosas por su medio (trabajo, salida de la familia de la zona de conflicto la guerra civil española—), pero todas las gestiones resultaron fallidas. En cambio, sin su intervención, se iban arreglando las cosas.
     Un filósofo siempre trata de dar explicación a todas las cosas. En ese intento de dar explicación a cómo se le arreglaba la vida, admitió que había un Poder ordenador de todas las cosas, al que llamó Dios. Pero, decía, era un Dios al que no se reza… Al fin, terminó por dar el salto a la fe, admitiendo que era un Dios providente que lo arreglaba todo sin su intervención.
     Luego de ello intentó rezar, pero, contaba, incluso el Padrenuestro había olvidado…
      Nuestro Dios, nuestro Padre Dios, cuida de los pajarillos y las flores del campo, y los cuida con tanto primor. Imagina cómo nos cuida Dios, que somos hijos suyos. ¡Hasta los pelos de nuestra cabeza los tiene contados!
      En Dios no valen las casualidades ni los despistes y olvidos. No improvisa —aunque le obliguemos tantas veces con nuestras “metidas de pata”—.
     Pueden leer aquí la bella reflexión que el Santo Padre nos ofreció en el rezo del Angelus, sobre el mismo tema de la Providencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario