domingo, 6 de julio de 2014

Un domingo más dedicado al Señor

Una magnífica y ocurrente acuarela: ¿qué ven allí?
     Así nos ha sorprendido hoy la lecturaevangélica de la Misa: “Te doy gracias, Padre” (Mt 11,25).  En muy pocas ocasiones se recoge en los evangelios la oración de Jesús, tal como le salía. En otra, dijo: “Cuando oren, digan: Padre…” (Lc 11,2). Hoy lo sugerí predicando en un retiro. Y me pareció más sencilla, más ligera, más espontánea la oración.
     También tuvimos la alegría de que en el Seminario nos vinieran a visitar los feligreses de Tecpán Guatemala, los miembros de la Asociación Amigos del Seminario que cada vez va siendo un grupo más nutrido. Vinieron en un bus a buena hora de la mañana.
     Tuve el gusto de celebrar, con la piedad y solemnidad de que fui capaz de hacerlo, la Santa Misa en que estuvieron ellos también. Es verdaderamente un gusto celebrar la Misa en domingo aquí, con la pausa y la dignidad con que intentamos hacerlo.
     Los seminaristas, en cambio, durante unas horas de la tarde, tuvieron el gusto de ir de excursión, por grupos, a distintos lugares cercanos al Seminario. El objetivo era lograr un esparcimiento sano, un rato de mayor convivencia entre los compañeros, retomar fuerzas para iniciar la semana laboral. ¡Qué cara de alegría tenían!
     Ciertamente, durante el día hubo tiempo para rezar, tiempo para hablar despacio con quien lo necesitaba y confesar un rato, tiempo para descansar un poco haciendo un rato de deporte, aunque no al nivel de los futbolistas que se están rifando el pellejo durante estos días, pues sienten la presión de ser vistos y se juegan el futuro en estas contiendas.
     Ahora, antes de ir a descansar con el propósito de comenzar con buen pie el día lunes, que promete trabajo abundante—, escribimos estas últimas letras, no sin agradecer a Dios lo que nos ha regalado hoy —hablando sin cursilerías— especialmente su Gracia.
     Ahora, antes de ir a descansar con el propósito de comenzar con buen pie el día lunes, que promete trabajo abundante—, escribimos estas últimas letras, no sin agradecer a Dios lo que nos ha regalado hoy —hablando sin cursilerías— especialmente su Gracia.

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