En el segundo relato de la creación (cfr.
Gn 2,4b-25), el autor sagrado describe que el hombre cayó en un profundo sueño
para que Dios pudiera sacar de su costilla a la mujer. Me figuro a Dios como un
experto cirujano que, primero, anestesia a su paciente para trabajar con
tranquilidad…
Los expertos han interpretado aquí que
Dios ha hecho a la mujer igual que al hombre —pues es “hueso de mis huesos y carne de
mi carne” (Gn 2,23); Dios no hizo
otro “muñeco” del polvo de la tierra, como al hombre (Gn 2,7)—; además, de quien fue la iniciativa de darle al hombre “la
ayuda adecuada” es enteramente de Dios, no fue ni siquiera una petición del
hombre.
La idea de que el hombre y la mujer gozan de la misma y alta dignidad y naturaleza se completa con lo que recoge el primer relato de la
creación, en Gn 1,26-28: Dios los
creó a imagen y semejanza suya. Como dice San León Magno: “¡Reconoce, oh cristiano,
tu dignidad! Y, puesto que has sido hecho partícipe de la naturaleza divina, no
pienses en volver con un comportamiento indigno a las antiguas vilezas!”
A alguno quizá interese estas breves
consideraciones. Sobre esto he dado clases hoy. ¡Es una maravilla el estudio
profundo de la Biblia! Además, es que no se me ocurría qué escribir…
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