sábado, 18 de julio de 2015

Unos nuevos esposos

Alguna suspirará por usar un ramo así...
    En un viaje relámpago, he ido a mi pueblo a celebrar la Santa Misa en que se iba a casar unas parejas. En total, cuatro. Me lo habían pedido hace un buen tiempo.

     Llegué a buena hora, empecé puntualmente. Alguno se sorprendió al ver al celebrante. Desde hace algún tiempo había pensado en la homilía: hablar de la "comunión de las almas", a semejanza de la comunión que hay entre las Personas Divinas en el seno de la Santísima Trinidad, ya  que la unión de los cuerpos de los cónyuges se da proporcionalmente menos veces.

     Me ponía a pensar en la juventud de los contrayentes, por aquí muy común: unos veinte años. Quizá ya me estoy haciendo mayor...

      Pero, suele suceder -por ser inexpertos en esta materia-, que se ponen nerviosos al pronunciar las fórmulas del rito del matrimonio. Hoy ha sucedido nuevamente, y no sólo en un caso.

     Con frecuencia me viene a la cabeza la anécdota que algún sacerdote contaba: en cierta ocasión hubo matrimonios de "repesca" (los que se habían sólo unido, sin casarse, y luego deciden hacerlo); entonces hubo un sencillo señor que, queriendo explicar por qué se había equivocado al pronunciar la fórmula del consentimiento, se justificó de esta manera: "Perdone, Padre. Es que es la primera vez..."

     ¡Felicidades a los nuevos esposos! Que la bendición recibida hoy les dure toda la vida.
¡Vaya! Esos jovencitos de hoy ya son "señor" y "señora" fulanos.

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