Pocos niños es el
equivalente a poca riqueza. Por fin lo han entendido en China, tras tres
décadas con la política del hijo único.
La China Development Research Foundation (Fundación para la Investigación del Desarrollo en China) -un thinktank muy cercano al gobierno de Pekín- ha publicado un informe en el que explica las consecuencias de estos treinta años de intensa planificación familiar, abortos forzados e ideas similares. Consecuencias que deben ser examinadas a la luz de los devastadores resultados.
Los dirigentes comunistas revisan su política
El XVIII Congreso del Partido Comunista Chino fue clausurado ayer día 14 de noviembre y uno de los temas a tratar fue precisamente este informe: se han revisado estas tres décadas de política del hijo único, se ha planteado el problema del envejecimiento de la población y, sobre todo, el desequilibrio demográfico a favor de los hombres (al sólo poder tener un hijo para el sostenimiento del hogar, las familias prefieren tener varones que puedan tener fortaleza para trabajar y dejan morir a las niñas).
Tres grandes problemas con la misma raíz que necesitan ser solucionados rápidamente.
Los casos al límite de la Ley
Según la Fundación para la Investigación del Desarrollo, se debería comenzar a permitir al menos en algunas provincias que las familias puedan tener dos hijos, y a partir de 2020 extender el permiso a todo el país.
Las cifras hablan: al tener pocos hijos, la población envejece muy rápidamente y el crecimiento económico de China está mermando seriamente. Y es que el debate del hijo único enfurece a la población desde hace mucho tiempo.
Ya hace un año se hablaba de un proyecto piloto para permitir que cinco provincias del gigante asiático pudieran acogerse a la política de dos hijos por familia.
Obligada a abortar su segunda hija
El problema vendrá con los casos al límite de la ley, que son los que llegan después a los medios de comunicación occidentales: como la historia de Feng Jianmei el pasado junio, apaleada, obligada a abortar a su segunda hija, «castigada» ejemplarmente a contemplar el cuerpecito de su hijo asesinado por inyección salina.
La espeluznante foto espeluznante foto recorrió el mundo y suscitó una ola de indignación generalizada. O casos límite como el de Yang Zhizhu, profesor de Derecho en la Universidad Política de Pekín, despedido después de tener su segundo hijo y que a través de su blog personal se ofreció como esclavo para poder pagar una deuda con el Estado de 240.000 yuanes (26.000 euros) que duplicaba su salario anual.
Urgencia de la situación
Mientras tanto, todos aquellos que han transgredido la norma y osado tener un hijo más han pagado un precio muy alto: las arcas del Estado continúan engrosando gracias a los más de trescientos mil millones de dólares recaudados a base de multas desde 1980. Pero la paradoja es que ahora la Ley sólo abarca al 37-40% de la población.
Las consecuencias perversas de la política del hijo único no pasan desapercibidas a los líderes del Partido Comunista, cuyo problema principal es encontrar un acuerdo en la forma de solucionarlo.
El dossier de la Fundación para la Investigación del Desarrollo lo demuestra. Pero el lento proceso de toma de decisiones en China aún tiene que adaptarse a la urgencia de la situación.
Aún peor en Europa
Mientras tanto, en Europa, la realidad es bastante similar: A día de hoy, porcentualmente nacen menos hijos que los nacidos en la China del hijo único: en Europa de media son nueve nacimientos por cada 1.000 habitantes, en el gigante asiático son doce. Extraño porque aquí, a diferencia del gigante asiático, la crisis económica es de grandísimas proporciones. Y con otra diferencia más: mientras allí el aborto en masa ha llegado a manos del comunismo, en Europa lo ha hecho a manos de la democracia.
Más niños, más riqueza
El profesor y economista de la George Mason University, Tyler Cown, recordó el pasado mayo que lo que le hace más pesimista no es el euro, sino la tasa de natalidad: «si Italia [por ejemplo] tuviera más hijos, sus perspectivas económicas sería mejores. En cambio, un país con una población decreciente no podrá pagar al final sus deudas».
Y lo mismo ha repetido en los últimos días el demógrafo Gian Carlo Blangiardo. Nada nuevo si recordamos a los dos Premio Nobel Amartya Sen y Gary Becker que ya tiempo atrás señalaron que el crecimiento demográfico es esencial para el desarrollo económico.
La China Development Research Foundation (Fundación para la Investigación del Desarrollo en China) -un thinktank muy cercano al gobierno de Pekín- ha publicado un informe en el que explica las consecuencias de estos treinta años de intensa planificación familiar, abortos forzados e ideas similares. Consecuencias que deben ser examinadas a la luz de los devastadores resultados.
Los dirigentes comunistas revisan su política
El XVIII Congreso del Partido Comunista Chino fue clausurado ayer día 14 de noviembre y uno de los temas a tratar fue precisamente este informe: se han revisado estas tres décadas de política del hijo único, se ha planteado el problema del envejecimiento de la población y, sobre todo, el desequilibrio demográfico a favor de los hombres (al sólo poder tener un hijo para el sostenimiento del hogar, las familias prefieren tener varones que puedan tener fortaleza para trabajar y dejan morir a las niñas).
Tres grandes problemas con la misma raíz que necesitan ser solucionados rápidamente.
Los casos al límite de la Ley
Según la Fundación para la Investigación del Desarrollo, se debería comenzar a permitir al menos en algunas provincias que las familias puedan tener dos hijos, y a partir de 2020 extender el permiso a todo el país.
Las cifras hablan: al tener pocos hijos, la población envejece muy rápidamente y el crecimiento económico de China está mermando seriamente. Y es que el debate del hijo único enfurece a la población desde hace mucho tiempo.
Ya hace un año se hablaba de un proyecto piloto para permitir que cinco provincias del gigante asiático pudieran acogerse a la política de dos hijos por familia.
Obligada a abortar su segunda hija
El problema vendrá con los casos al límite de la ley, que son los que llegan después a los medios de comunicación occidentales: como la historia de Feng Jianmei el pasado junio, apaleada, obligada a abortar a su segunda hija, «castigada» ejemplarmente a contemplar el cuerpecito de su hijo asesinado por inyección salina.
La espeluznante foto espeluznante foto recorrió el mundo y suscitó una ola de indignación generalizada. O casos límite como el de Yang Zhizhu, profesor de Derecho en la Universidad Política de Pekín, despedido después de tener su segundo hijo y que a través de su blog personal se ofreció como esclavo para poder pagar una deuda con el Estado de 240.000 yuanes (26.000 euros) que duplicaba su salario anual.
Urgencia de la situación
Mientras tanto, todos aquellos que han transgredido la norma y osado tener un hijo más han pagado un precio muy alto: las arcas del Estado continúan engrosando gracias a los más de trescientos mil millones de dólares recaudados a base de multas desde 1980. Pero la paradoja es que ahora la Ley sólo abarca al 37-40% de la población.
Las consecuencias perversas de la política del hijo único no pasan desapercibidas a los líderes del Partido Comunista, cuyo problema principal es encontrar un acuerdo en la forma de solucionarlo.
El dossier de la Fundación para la Investigación del Desarrollo lo demuestra. Pero el lento proceso de toma de decisiones en China aún tiene que adaptarse a la urgencia de la situación.
Aún peor en Europa
Mientras tanto, en Europa, la realidad es bastante similar: A día de hoy, porcentualmente nacen menos hijos que los nacidos en la China del hijo único: en Europa de media son nueve nacimientos por cada 1.000 habitantes, en el gigante asiático son doce. Extraño porque aquí, a diferencia del gigante asiático, la crisis económica es de grandísimas proporciones. Y con otra diferencia más: mientras allí el aborto en masa ha llegado a manos del comunismo, en Europa lo ha hecho a manos de la democracia.
Más niños, más riqueza
El profesor y economista de la George Mason University, Tyler Cown, recordó el pasado mayo que lo que le hace más pesimista no es el euro, sino la tasa de natalidad: «si Italia [por ejemplo] tuviera más hijos, sus perspectivas económicas sería mejores. En cambio, un país con una población decreciente no podrá pagar al final sus deudas».
Y lo mismo ha repetido en los últimos días el demógrafo Gian Carlo Blangiardo. Nada nuevo si recordamos a los dos Premio Nobel Amartya Sen y Gary Becker que ya tiempo atrás señalaron que el crecimiento demográfico es esencial para el desarrollo económico.
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