sábado, 3 de noviembre de 2012

Una vida para Dios


    Hoy me he entretenido con la lectura edificante de la vida de un “protodiácono” ortodoxo, al parecer muy conocido en el mundo ruso por la misión que ejerce.
     Como lo explica el artículo que leí sobre la vida de Andrey Kuraev, nació en un ambiente comunista, como era normal en 1963, y soñaba con el comunismo, como él mismo explica.
     A medida que crecía, se decantó por el estudio del comunismo pero desde el intelectualismo, lo que le llevó a cursar una licenciatura en Ateísmo Científico. Poco a poco fue descubriendo un camino desconocido pero fascinante para él: el del evangelio. Su testimonio es impresionante. Les invito a leer el artículo que leí, pinchando aquí. Unos extractos de esta breve biografía son éstos:

     En 1981, con 18 años, Kuraev leyó Los Hermanos Karamazov de Dostoevskiy. Allí descubrió al demonio... y también a Cristo como Dios, Creador, Salvador y Juez del día final.
     “Entendí que las tentaciones ofrecidas por Satán a Cristo en el desierto fueron la elección más extrema, exacta y global. Y por eso acepté la característica del demonio, espíritu de sabiduría y maldad sobrehumanas. Así que primero admití la existencia del demonio. Y de allí, por lógica, si Cristo pudo rechazar las tentaciones, Él también era de sabiduría sobrehumana, pero también de bondad. Supe que Cristo era Salvador, y mi sensación de vacío interior desapareció".
     Andrey decidió bautizarse, y lo hizo en el templo ortodoxo más lejano de su casa y de la universidad, para evitar que alguien le reconociera y denunciase. Si lo supieran en la universidad, ¡en la carrera de Ateísmo Científico!, le expulsarían y sus padres tendrían problemas. Eso le asustaba. Pero en la ceremonia, mientras se bendecía el agua bautismal, oyó "no con el oído sino con el corazón" unas palabras: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?”. Y dejó de temblar.
     Pasados dos años, Andrey anunció a sus padres su deseo de ingresar en el seminario ortodoxo. Más lágrimas. Entonces, los padres quisieron llevar a su hijo a hablar con su maestro de literatura, alguien muy respetado y querido por Andrey. Y así, después de algo de conversación intrascendente, la madre le dijo: “¿Sabe usted?, tenemos un problema. Andrey quiere ingresar en el seminario. ¿Qué le puede aconsejar?” 




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