viernes, 2 de noviembre de 2012

Nuestro destino es el Cielo

La gloria de los Santos
    Ayer celebramos a todos los santos, hermanos nuestros que se nos han adelantado a la fidelidad y el gozo del Cielo. Además de contemplar la maravilla a la que Dios nos llama –es nuestro destino: el tuyo y el mío–, también nos ayuda a recordarnos que no estamos solos en la tierra y de que ellos también nos echan una mano para llegar seguros “arriba”.
     Hoy conmemoramos a los fieles difuntos, a las almas que están purificándose de lo que les falta, para que entren completamente limpios (en otras palabras, para que adquieran la “capacidad” de amar y gozar de Dios) al Reino eterno.
     Hoy mismo he tenido la oportunidad de rezar por los difuntos –lo haré especialmente en la Santa Misa– yendo al Cementerio de mi pueblo; recé especialmente por mis abuelos difuntos (tres de ellos confío en que ya estén en el Cielo, pues recibieron la Unción poco antes de morir; a dos de ellos tuve la oportunidad de administrársela yo).
    Ojalá que la religiosidad de estos días esté llena de verdadera y clara devoción.

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