miércoles, 3 de julio de 2013

Explicando el misterio de Jesucristo

     He estado explicando, desde la semana pasada, la materia de Soteriología; es decir, cómo Jesús es Redentor o Salvador. Francamente debía haberlo repasado antes de ahora, pues, como tratado, lo había visto en el Seminario.
     Gracias a Dios, no me ha resultado extraño el lenguaje; me ha resultado gratificante sumergirme nuevamente en el misterio de Jesucristo, de su Humanidad Santísima, instrumento de nuestra salvación.
     Por ejemplo, hoy hemos visto “la ciencia de Jesús”. Además de cómo Dios conoce todo, por ser Dios ―igual al Padre y al Espíritu Santo―, también conoce como los hombres, en una triple forma: Jesucristo tuvo 1) ciencia adquirida: tuvo que aprender como cualquier ser humano; 2) ciencia infusa: un don especial por el que Jesús, en su Humanidad, pudo conocer ciertas cosas que escapan a la capacidad natural del hombre; y 3) ciencia de visión: la que se identifica con la visión beatífica, la fruición ―gozo― de Dios.
     Jesucristo, nuestro Señor, en su condición de hombre, tuvo estos tipos de conocimiento. El trabajo de la teología es justificar estas verdades. Ha habido ya tantos santos y tantos teólogos que lo han hecho, y nosotros lo estudiamos.
     Es un gran misterio, pero no impenetrable. ¡Qué bueno, maravilloso y grande es Dios que no cabe en nuestra pobre cabecita!

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