lunes, 8 de julio de 2013

Poner la confianza en Dios

     ¿Qué se habrá hecho aquel amigo de un amigo mío...? Decía que era pastor de una de las denominaciones de iglesias “evangélicas” (Protestantes) y que estaba en crisis existencial: había descubierto la corrupción en que estaba envuelta su congregación, empezando por el pastor-jefe. En la Iglesia no estamos libres que nos pase.
     Leí las siguientes palabras del P. Cantalamessa ―comentando el evangelio de la Misa de ayer (Lc 10)―, que recuerdan que la Iglesia nosotros no ha de poner su confianza en los bienes materiales sino en Dios:
     Otra exigencia es el desprendimiento: nada de talega o bolsa, ni de alforja. No se puede predicar el Evangelio para ganar dinero y enriquecerse. Sería traicionarlo en aquello que constituye su más íntima esencia. Sería como si yo dijese a los demás: «Buscad las cosas de arriba», mientras que yo busco para mí las cosas de acá abajo; «entrad por la puerta estrecha» mientras que yo introduzco por la ancha. Nadie, creo, osaría decir hoy que la Iglesia ha sido siempre irreprensible en este punto y que los ministros de Dios, a veces, no se hayan dejado tentar penosamente por el dinero.
     Pero, la Iglesia ha demostrado poseer también en sí misma el remedio contra este mal: los santos, los profetas, los reformadores, que en el momento oportuno han levantado la voz contra los abusos, incluso los de la cima de la jerarquía, y han obligado a hacer de nuevo las cuentas con el Evangelio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario