sábado, 20 de julio de 2013

Hoy confesé a niños

     Hoy me sentí un tanto identificado con el primer hijo que refiere la parábola referida por el evangelista (Mt 21,28-30). Unos seminaristas, encargados de la pastoral de Primera Comunión en la parroquia, me habían pedido favor ayudarles a confesar a los niños, que estarían hoy en un retiro. Sería su primera Confesión.
     Colmado de trabajo y compromisos, les dije que hicieran favor de decirle a los otros sacerdotes que, en la medida de sus posibilidades, atendieran este encargo. Al ver que no tuvieron tanto éxito en la petición, hice un espacio y me fui a ayudar, con el consiguiente contento de los seminaristas. Yo, también, me quedé más tranquilo al echar una mano en esto.
     A estos niños, que se confiesan por primera vez, hay que procurar hacerles llevadera y agradable la experiencia. Para romper el hielo, le pregunté a cada uno: “¿Estás nervioso?” Y me respondían, como tomando confianza y con una sonrisa, que sí. Así, ya costaba menos.
     Ciertamente, hubo alguno que dijo que no estaba nervioso y tampoco esbozó la sonrisa. Pensé: “¡qué serio!”

     Como en otras ocasiones, me sirvió para, adentrándome en el alma de estos pequeñuelos, tener ganas de aprender de su inocencia.

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