domingo, 21 de julio de 2013

Hospedar a Dios

     Hemos escuchado en la Santa Misa cómo Abraham recibió con hospitalidad a tres hombres (Gn 18,1-10), tantas veces se ha interpretado como una representación de Dios; en el evangelio leímos que Marta y María dieron posada a Jesús (Lc 10,38-42). ¡Qué daríamos por ser anfitriones de Dios, que Él viniera a nuestra casa como a  la de estos personajes!
     En una ocasión, cuentan, a cierto personaje le dijo Jesús que llegaría a comer a su casa. El susodicho limpió la casa, preparó la comida, tuvo todo a punto. Jesús tardaba en llegar. Mientras tocaban a la puerta, creyendo que era Jesús, el anfitrión abrió la puerta y se encontró con un mendigo que le pedía un poco de comida; le despidió de malas maneras y con las manos vacías. Pasaron un segundo y un tercer pordiosero pidiendo una caridad, y no recibieron nada del que esperaba a Jesús, quien incluso se disculpó, porque esperaba nada más y nada menos que a Jesús.
     No había llegado Jesús. En una conversación ulterior, el anfitrión le reclamó a Jesús que por qué no había llegado. Jesús le dijo que había llegado tres veces, y ninguna vez le ayudó.
     Cuida practicar la caridad con quien tengas a la par, que en eso seremos juzgados (cfr. Mt 25,31-46).

     Más bien, Él es el que nos da hospedaje. Aquí en la tierra siempre está cuidándonos; en el Cielo, nosotros seremos los hospedados por Dios.

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