martes, 19 de agosto de 2014

Un día cargado pero alegre

¿Qué estarán viendo Charlie Brown y Snoopy?
     Después de unos días sin escribir, y después de vivir algunas cosas hoy, quisiera compartirlas, sobre todo para dejar constancia de lo que Dios me ha permitido vivir hoy.
     Después de levantarme a buena hora por la mañana, rezar y celebrar la Santa Misa, le he dedicado un buen rato a preparar clases. Claro, los sacerdotes desayunamos también, no hace falta reseñarlo…
     Hoy es mi día de viaje hacia la Capital, para venir a dar clases en el Seminario Mayor. En el camino, compartí el almuerzo con una familia querida y con la hija que es religiosa y se encuentra en visita familiar, acompañada de otra hermana. Dios ha querido que la conozca y ayudara, como torpe instrumento, en el inicio de su camino vocacional como religiosa.
     La conversación ha sido familiar, amena, y también sobrenatural. Hemos hablado de la obediencia, de la vida religiosa y de la vida espiritual. Me ha alegrado mucho la ilusión que conserva, tras estos pocos años de vida religiosa. Una mujer que se ha entregado a su vocación y que no encuentra gusto sino en la entrega plena. ¡Qué envidia me ha dado!, de la buena, por supuesto. También me han dado tarea para encomendar.
      Me vine pronto a dar mis clases, como debía ser. Estamos estudiando al profeta Isaías y su escrito. Explicando con cierto detenimiento el capítulo 6 —la vocación del profeta, en el contexto de una teofanía—, me encontré con la dimensión “sacramental-penitencial” de la visión del profeta: en la presencia de este nuestro Dios que se hace cercano, se evidencia el estado de pecador del profeta. Pero es sólo el inicio de la salvación. Con toda naturalidad salió el tema de la Confesión, que comentamos con los alumnos.
     Mientras me encaminaba a la Capilla de Adoración en el Santuario Eucarístico para hacer un rato de oración, me pilló una señora que necesitaba confesarse. Ella se tomó su tiempo; yo le di el tiempo que necesitaba… En fin, se fue el tiempo de esta manera.
     Cené con algunos amigos seminaristas y, luego, a revisar ciertas cosas académicas.
     Dar, dar, dar. Pero, ¿qué me queda? Todo en lo que he ayudado, lo que Dios ha querido tomar de esta vida mía en este día. Ojalá Dios lo tome como ofrenda.

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