domingo, 3 de agosto de 2014

Un domingo para un sacerdote

     No está mal para un curita “atípico”, recordando “viejos” tiempos…
     Tenía Misa a las 6:30 de la mañana en Concepción, por lo que debía adelantar un poco la oración y prepararme a celebrarla. Así lo hice. Traté de comenzar a la hora para ayudar a la gente a valorar la Santa Misa. Como suele suceder —Dios conoce cada caso—, algunos llegaron comenzada la Misa… Después, la predicación en kaqchikel. Intenté transmitir ideas claras, expuestas con brevedad y sencillez, pues mi gente no es “letrada”, aunque, como en todas partes, inteligente para las cosas de Dios.
     Al volver al Seminario, desayuné, con el propósito de dedicar un tiempo a leer un poco el diario. Sólo me quedé en las primeras páginas, pues tenía que estar preparado para celebrar la Santa Misa con las Hermanas, en su convento junto al Seminario. Después, recé un poco más.
     Entre las varias cosas que luego surgieron, acompañé un poco a un pequeño grupo de acólitos de Concepción que estaban por aquí. Además, preparé mi meditación y algún otro recurso para un retiro que tenía hoy por la tarde con un grupo de muchachas.
     Después de almorzar alegremente con los acólitos, conversando en kaqchikel, fui a predicar el retiro en las dependencias de la Catedral. Como había sido reciente la fiesta de Santa Marte, el evangelio de ese día me ayudó como guión de la meditación que les prediqué: la amistad de Jesús con los hermanos de Betania, nuestra amistad con los además; nuestra amistad con Jesús (la oración y el trato con Dios), cada día sacar tiempo para Dios; conjugar en la vida de cada día las actitudes de Marta y María, que Dios no nos saca de nuestro sitio, estemos en donde estemos.
      He visto, además, la “garra de Dios” en algún alma.
     Al llegar al Seminario, de vuelta del retiro, me he puesto a saludar a los seminaristas, que han vuelto de sus casas y de convivir con sus familias. Desde luego, vienen con una amplia sonrisa, con los ánimos renovados para seguir con la formación. Su alegría y ánimo me han contagiado.
      Dios se sirve de todo para acercarnos a Él. Con el abono de la oración y los pequeños sacrificios, espero que estas cosas de hoy den fruto abundante.

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