Me ha inspirado un artículo que leí sobre
ello, pero no un artículo serio y de alto lenguaje teológico, sino la narración
de un corrillo de sacerdotes que la pasaban alegremente cuando se han juntado
en una tertulia.
Anteayer tuvimos los sacerdotes un rato de
retiro espiritual en la parroquia de Santa Apolonia, Chimaltenango. Lo
confieso, por otros menesteres, llegué a la hora del almuerzo –desde luego que
haré mi rato de retiro en otro momento-. El ambiente estaba animado. Siempre me
da gusto asistir a estos retiros y a las reuniones de los curas, porque me da
oportunidad de saludar a varios a los que si no es así es difícil verles.
Entiendo que cualquier comentario
positivo, alguna buena broma y bien puesta, alguna pregunta sobre su salud o su
situación, es algo que anima al interpelado.
Desde luego que cada uno tiene sus propias
–pequeñas o grandes- miserias. Pero con qué naturalidad se ríen con un chiste o
en una conversación. La transparencia con que se hablan, la ausencia de
competencias malsanas, la conciencia de estar en unos menesteres distintos a
los meramente terrenos..., todo esto ayuda a que la vida a veces muy
sacrificada de aquellos sacerdotes que vi anteayer esté alegre y optimista.
¡Ánimo a los sacerdotes!
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