miércoles, 16 de enero de 2013

Dos alegría, de entre tantas de ayer


     Ayer he ido a una librería a comprar algunos libros que necesitaba para el Seminario. Mientras me buscaban los libros, se acerca una de las dependientes y me dice: “Padre: ¿me puede confesar?” Después me cuenta: “Ya nos habíamos preguntado por usted, pues ya no se había aparecido –yo, “mal pensado”, me dije: de plano porque ya no les he comprado libros-. Le había dicho a mi compañera que me avisase si aparecía, pues me ha inspirado confianza y quería confesarme”. La verdad es que yo llevaba un año apareciéndome por allí, y ahora se ha dado. Me alegré mucho de poder ayudar sacerdotalmente, incluso para una confesión en una librería.
     La otra alegría es que me dieron un regalo –ya ven que todavía me ilusionan los regalos-, aunque no hacía falta, por supuesto: la imagen muestra el regalo, la sorpresa resulta tan querida como inesperada.
     Desde luego que lo leeré con fruición.

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