No caben simplificaciones, y menos en lo
que toca a las tradiciones de la Iglesia, que se ha ido alimentando siglo tras
siglo.
Hoy celebramos la Epifanía del Señor. Nos
lo narra el evangelio según san Mateo (2,1-12). La primera lectura, tomada del
capítulo 60 de Isaías, es un claro texto en que se apoya el evangelista. Leámoslo
con atención, especialmente los últimos versículos propuestos:
¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega
tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!
Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la
oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá
sobre ti.
Y caminarán los pueblos a tu luz, los
reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta la vista en torno, mira: todos
ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las
traen en brazos.
Entonces lo verás, radiante de alegría; tu
corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del
mar y te traigan las riquezas de los pueblos.
Te inundará una multitud de camellos, de
dromedarios de Madián y de Efá.
Vienen todos de Saba, trayendo incienso y
oro, y proclamando las alabanzas del Señor.
¿Eran “reyes” los Magos? ¿Eran tres? Esto
no lo asegura el texto evangélico. Dice que eran unos magoi, parece que de una cultura llamada así. Parecen
sabios, que venían “de Oriente”, que buscaban la verdad sirviéndose también de
los astros, pues vieron la estrella. Traían un cortejo grande, pues se hicieron
notar.
La tradición dice que eran tres, y se
suelen representar con rasgos definidos, especialmente notorio Baltasar, el “negrito”.
Cuando empezaron a representarse, eran tres los continentes que conocían a
Cristo (Asia, Europa y África), por lo que estos mencionados insignes personajes los representaron, con
los rasgos raciales más corrientes en esos continentes.
Ojalá, como dice el villancico, vinieran
los reyes de verdad, ¡con el aguinaldo...!
¡Feliz día de Reyes!
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