Por
cielo se entiende el estado de felicidad suprema y definitiva. (...) En él
ven a Dios “cara a cara” (1 Co 13, 12), viven en comunión de amor con la
Santísima Trinidad e interceden por nosotros.
El anterior párrafo lo he tomado del Compendio del Catecismo (n. 209). El corazón humano
tiene ansias de una felicidad como la que describe el Compendio: suprema y
definitiva.
El asunto es: ¿cuánto cuesta llegar al
Cielo? ¿Valdrá la pena el esfuerzo que hacemos en nuestra vida? He escuchado en
ocasiones el refrán: las cosas valen lo que cuestan; si el Cielo cuesta, es
porque vale mucho.
El cristiano, ciertamente, no despreciará
este mundo, como si fuera el demonio o una continua tentación; es creación de
Dios y no podemos ponerlo (dinero, fama...) como bien supremo, pues Dios es más
que todo eso. ¡Bien vale la pena el Cielo!
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