Conversábamos ahora con un antiguo amigo. De
la larga conversación, me comentaba que les propuso a sus papás, medio en broma,
que quería casarse. La mamá, que recibió sola la noticia-broma le dijo:
-- ¿Ya tenés un trabajo estable, estudios,
casa, cocina, ahorros, para sostener a tu familia?
Resultó ser un aldabonazo a su broma. La
mamá se lo comentó al papá de mi amigo; ella reiteró lo que le había dicho,
pero el papá le dijo:
-- Yo sólo quiero que mi hijo tenga un
matrimonio santo.
Ha reflexionado mi amigo en lo que implica
el matrimonio, con tan maravillosa lección de sus papás. En nuestra
conversación surgió el juicio sobre la juventud y el peligro latente que tiene
de andar por la vida sin sentar cabeza. Mi amigo, comentaba, sí que lo está
pensando mejor.
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